29.5.10

Museo de fotografía

Los viernes sin clase han de ser aprovechados y como todavía me quedan un montón de cosas que ver en Berlín decidí ir al museo de fotografía.
Por el camino, saliendo de la parada de metro me paró una chica para ofrecerme un trabajo. Un trabajo de telefonista en atención al cliente para la empresa Voxpark. Que podía trabajar a partir de dos días a la semana, a partir de cinco horas al día, y el sueldo era casi 12 euros la hora. En relación a España no está nada mal y aunque no tengo nada de tiempo le dije que sí, que me llamara. Ya veremos.

El museo de fotografía se encuentra detrás de la parada de metro y cercanías del zoo así que una zona muy céntrica. Pues aun así es una ciencia encontrarlo. Porque al estar detrás de, no se encuentra. Después de tres vueltas al bloque lo encontré.

Como tengo la tarjeta anual de los museos estatales de Berlín la enseñé y entré. El museo tiene fotos principalmente de señoras. En esta categoría se especializa en desnudos. Que la idea está muy bien, pero cuando has visto la misma foto de la misma mujer cuatro veces en cuatro formatos diferentes ya cansa. En el museo hay muy pocas fotos pero todas están muchas veces. Será un Memory o algún otro juego de encontrar parejas iguales pero a mí me basta con una vez cada foto.

Después de ver el repetitivo museo me subí en el autobús 100 para ir al otro centro de la ciudad. En el bus había tres personas haciendo encuestas y, cómo no, a mí me tocó. La señora muy simpática me preguntó de dónde venía, a dónde iba y otras relevancias de mi viaje. Luego me estuvo contando un poco sobre lo aburrido que era su trabajo y las ganas que tenía de acabarlo, pero también me dijo la empresa para la que trabajaba por si estaba interesado en trabajar. Pregunté que para qué hacia le encuesta y me explicó que tienen que saber cuánta gente usa el metro y el bus y cuánta el cercanías porque son empresas distintas y hay que repartir las ayudas entre ambas.

En el centro estuve buscando algún regalo para el amigo invisible que voy a hacer con los amigos de la universidad cuando vaya a la graduación.

Luego fui al mercado turco a comprar algo de verdura. Algo de verdura se tradujo en un kilogramo de aceitunas negras por tres euros y una crema de pimientos con nueces que tenía una pinta excelente.

Camino de vuelta una señora llevaba el perro en el metro, una niña se asustó porque le daban miedo los perros y su padre empezó a darle voces a la señora del perro: que quitara el perro que a la niña le daba miedo. La señora se puso toda histérica porque decía que podía tumbar a su perro (de los grandes negros, que de razas no se) donde quisiera. El señor apartó al perro. La señora casi se vuelve loca y empezó a decirle que volviera para su país que solo hacía que aprovecharse de las ayudas del estado alemán y otras estupideces que se le dicen a los turcos y extranjeros cuando no se tiene ni idea. La hija se puso a llorar y yo intenté consolarla porque estaba nerviosa por el perro, por la señora y por su padre dando voces. Pobre niña.

Salí del metro a darme una vuelta por el centro de Steglitz y al rato me he encontrado a la señora sentada en el suelo con el perro pidiendo. Hay gente muy sinvergüenza.


¡Esto es todo!

De momento...

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